domingo, 25 de octubre de 2015

Todos, dijo con seguridad el Papa, «conocemos al menos a una familia dividida de este modo».



Hoy recogemos una reflexión del Papa sobre el siempre espinoso tema de la riqueza... y él nos ayuda a reflexionarlo con preguntas muy sencillas:

- ¿doy?¿cuánto doy?¿cómo doy?; o lo que sería lo mismo: ¿dono?¿cuánto dono?¿cómo dono?; incluso a algunos nos puede llegar más hacer el examen de conciencia formulando así las preguntas del Papa: ¿comparto?¿cuánto comparto?¿cómo comparto?

el que no vive para servir, no sirve para vivir

- Pero Francisco da un pasito más... e invita a hacer reflexivas las preguntas: ¿me doy?¿cuánto me comparto?¿cómo me dono? No dejéis de leer el artículo hasta el final... ¡qué da muchas pinceladas de las que hacen luces! Tengo que darme cuenta si al donar me privo de algo «que tal vez es necesario para mí». Tener para compartir, siempre al servicio de los demás. 

no hay nadie tan rico que no necesite nada, no hay nadie tan pobre que no pueda compartir algo

- Llama la atención Francisco sobre actitudes qué dejan ver cuándo una persona está dominado por la codicia...¿cuándo dejamos de querer más?¿cuándo controlamos nuestra avaricia? Hay que tenerle miedo a la codicia, a nuestra seguridad únicamente descansando en los bienes materiales... 

Terminemos pidiendo por todas aquellas familias separadas por el dinero... porque: Todos, dijo con seguridad el Papa, «conocemos al menos a una familia dividida de este modo».




PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA  DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
Cuánto y cómo
Lunes 19 de octubre de 2015
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 43, viernes 23 de octubre de 2015

«La codicia es una idolatría» que se debe combatir con la capacidad de compartir, de donar y de donarse a los demás. El tema espinoso de la relación del hombre con la riqueza ocupó el centro de la meditación del Papa Francisco durante la misa que celebró en Santa Marta el lunes 19 de octubre por la mañana.
Partiendo del pasaje evangélico de san Lucas (12, 13-21) que habla del hombre rico preocupado por acumular las ganancias de sus cosechas, el Pontífice destacó cómo «Jesús insiste contra el apego a las riquezas» y «no contra las riquezas en sí mismas»: Dios, en efecto, «es rico» —Él mismo «se presenta como rico en misericordia, rico de muchos dones»—, pero «lo que Jesús condena es precisamente el apego a las riquezas». Por lo demás, lo «dice claramente», es «muy difícil» que un rico, es decir un hombre apegado a las riquezas, entre en el reino de los cielos.

Un concepto, continuó el Papa, que se recuerda de un modo aún más fuerte: «No podéis servir a dos señores». En este caso Jesús, destacó el Papa Francisco, no pone en contraposición a Dios y al diablo, sino a Dios y las riquezas, porque «lo opuesto de servir a Dios es servir a las riquezas, trabajar para las riquezas, para tener más, para estar seguros». ¿Qué sucede en este caso? Que las riquezas «se convierten en una seguridad» y la religión en una especie de «agencia de seguros: “Yo me aseguro con Dios aquí y me aseguro con las riquezas allí”». Pero Jesús es claro: «Esto no puede ser».

Al respecto el Pontífice se refirió también al pasaje evangélico «del joven bueno que conmovió a Jesús», el joven rico que se marchó «triste» porque no quería dejarlo todo para darlo a los pobres. «El apego a las riquezas es una idolatría», comentó el Papa. Estamos, en efecto, ante «dos dioses: Dios, el Dios vivo, el Dios viviente, y este dios de oro, en quien pongo mi seguridad. Y esto no es posible».

También el pasaje evangélico propuesto por la liturgia «lleva a esto: dos hermanos que pelean por la herencia». Una circunstancia que experimentamos también hoy: pensemos, dijo el Papa Francisco, en «cuántas familias conocemos que han peleado, que no se saludan y se odian por una herencia». Sucede que «lo más importante no es el amor de la familia, el amor de los hijos, de los hermanos, de los padres, no: es el dinero. Y esto destruye». Todos, dijo con seguridad el Papa, «conocemos al menos a una familia dividida de este modo».

Pero la codicia está también en la raíz de las guerras: «sí, hay un ideal, pero detrás está el dinero: el dinero de los traficantes de armas, el dinero de los que sacan provecho de la guerra». Y Jesús es claro: «Guardaos de toda clase de codicia: es peligroso». La codicia, en efecto, «nos da esta seguridad que no es verdadera y hace, sí, que reces —tú puedes rezar, ir a la iglesia— pero también que tengas el corazón apegado, y al final se acaba mal».

Volviendo al ejemplo evangélico, el Pontífice trazó el perfil del hombre del que se habla: «Se ve que era bueno, era un buen empresario. Su campo había dado una cosecha abundante, estaba siempre lleno de riquezas». Pero en lugar de pensar en compartirlas con sus empleados y sus familias, pensaba en el modo de acumularlas. Y buscaba acumular «cada vez más». Así «la sed de apego a las riquezas no acaba nunca. Si tienes el corazón apegado a la riqueza —cuando tienes muchos bienes—, cada vez quieres más. Y este es el dios de la persona que está apegada a las riquezas».

Por ello, explicó el Papa Francisco, Jesús invita a estar atentos y mantenerse alejados de todo tipo de codicia. Y, no por casualidad, cuando «nos explica el camino de la salvación, las bienaventuranzas, la primera es la pobreza de espíritu, es decir “no os apeguéis a las riquezas”: bienaventurados los pobres de espíritu», los que «no están apegados» a los bienes. «Tal vez tienen riquezas —dijo el Papa— pero para el servicio de los demás, para compartir, para ayudar a mucha gente a seguir adelante».

Alguno, añadió, podría preguntar: «Pero, padre, ¿cómo se hace? ¿Cuál es la señal de que yo no cometo este pecado de idolatría, de estar apegado o apegada a las riquezas?». La respuesta es sencilla, y se encuentra también en el Evangelio: «desde los primeros días de la Iglesia» existe «un signo: dad limosna». Pero no es suficiente. En efecto, si yo doy algo a los que pasan necesidad «es un buen signo», pero también debo preguntarme: «¿Cuánto doy? ¿Doy lo que me sobra?». En ese caso «no es un buen signo». Es decir, tengo que darme cuenta si al donar me privo de algo «que tal vez es necesario para mí». En esa circunstancia mi gesto «significa que es más grande el amor a Dios que el apego a las riquezas».

Así, pues, sintetizó el Papa Francisco, la «primera pregunta: “¿Doy?”»; la segunda: «¿Cuánto doy?»; la tercera: «¿Cómo doy?», ¿procedo como Jesús donando «con la caricia del amor o como quien paga un impuesto?». Y entrando aún más en detalles preguntó: «Cuando ayudas a una persona, ¿la miras a los ojos? ¿le tocas la mano?». No hay que olvidar, dijo el Pontífice, que a quien tenemos delante «es la carne de Cristo, es tu hermano, tu hermana. Y tú en ese momento eres como el Padre que no deja faltar el alimento a los pájaros del cielo».

Por ello, concluyó, «pidamos al Señor la gracia de estar libres de esta idolatría, del apego a las riquezas»; pidámosle «la gracia de mirarlo a Él, rico en amor y rico en generosidad, en misericordia»; y también la gracia «de ayudar a los demás con la práctica de la limosna, pero como lo hace Él». Alguien podría decir: «Pero, padre, Él no se privó de nada...». En realidad, fue su respuesta, «Jesucristo, al ser igual a Dios, se privó de esto, se abajó, se anonadó».

lunes, 19 de octubre de 2015

 "Lo pequeño es hermoso", "Lo pequeño es eficaz".


La reflexión de esta semana va a ser sobre la carta que el Papa Francisco ha enviado al alcalde de Turín, ciudad en la que ha comenzado el III Foro de Desarrollo Económico Local. No se ha encontrado el texto íntegro en español así que os incluimos una traducción "mejorada" de la de google translator, pero tendréis que disculpar si existe algún matiz perdido en esta versión.

La sugerencia de hoy consiste en proponeros memorizar dos pequeñas consignas: "Lo pequeño es hermoso", "Lo pequeño es eficaz".

En un mundo globalizado donde parece que todo lo importante se decide en el plano de las ideas, en un mundo virtual al que sólo unos pocos han sido invitados a participar, en el que muchas veces nos sentimos únicamente masa anónima a la que controlar, en donde nuestra dignidad como personas se diluye en pro de un beneficio global, donde nuestros sufrimientos humanos pasan desapercibidos por no ser endémicos,..., ahí es donde el Papa nos obliga a no olvidar:

- qué antes y por encima de las cosas, las ideas, los planes y programas, ESTÁN LAS PERSONAS.
- qué los gobernantes son también hombres y mujeres, ni menos...NI MÁS
- qué el sistema económico NO ES PERFECTO Y QUE QUEDA MUCHA TAREA POR HACER
- qué con el consumo desmedido y el afán por el crecimiento constante CONTRIBUIMOS A UN MUNDO CRUEL

Y por eso nos anima a trabajar en lo cotidiano, en lo cercano, en lo humano, en la dignidad que otorgan cuestiones básicas como tener una vivienda o un trabajo decente y debidamente remunerado, alimentos y agua potable, libertad religiosa, educación.

Francisco nos alienta y nos alivia con sus palabras, qué ojalá hagamos mantra: "Lo pequeño es hermoso", "Lo pequeño es eficaz".

Qué así sea.

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON MOTIVO DE LA III FORO MUNDIAL DE DESARROLLO ECONÓMICO LOCAL
[TURIN, octubre 13 a 16, 2015]
 
Ilustre Señor honorable Piero Fassino alcalde de Turín
Le dirijo mi cordial saludo a usted, a los líderes y participantes del Foro Mundial III de Desarrollo Local, que se celebrará en Turín del 13 al 16 de este mes de octubre. Resulta muy apropiada su intención de reflexionar y dialogar sobre el potencial de desarrollo económico local, como motor de una visión diferente de la economía y el desarrollo de la relación con la tierra y entre las personas. Dios nos conceda la iluminación e inspiración para esta reunión, muy importante para promover la aplicación de la Agenda 2030, la inclusión, la protección del medio ambiente y el desarrollo humano integral. Con el fin de contribuir a sus esfuerzos, debo mencionar algunas ideas que he expresado recientemente la Asamblea de las Naciones Unidas sobre los objetivos de desarrollo sostenible, que son la esperanza para la humanidad, siempre que se lleven a cabo de manera apropiada.
La aplicación efectiva de la Agenda 2030 es una necesidad urgente. Las decisiones adoptadas por la comunidad internacional son importantes, pero siempre implican la tentación de caer en un nominalismo declamatorio creando un efecto tranquilizador sobre las concienciasPor otra parte, la multiplicidad y la complejidad de los problemas requiere el uso de medios técnicos de medición. Esto, sin embargo, conduce a un doble peligro: ejercicio burocrático limitado a elaborar largas enumeraciones de buenas intenciones - metas, los objetivos y las direcciones estadísticas - o creer que una solución teórica apriorística puede responder a todos los desafíos.
La acción política y económica es una actividad prudencial, guiada por el concepto perenne de la justicia y que debe tener siempre en cuenta que, antes y más allá de los planes y programas, hay hombres y mujeres reales, iguales a los gobernantes, que viven, luchan y sufren, que deben ser los protagonistas de su propio destino. El desarrollo humano integral y el ejercicio pleno de la dignidad humana no pueden ser impuestos. Estará construido y puesto en práctica por cada uno, cada familia, en comunión con los demás seres humanos y en una correcta relación con las áreas en las que se desarrolla la sociabilidad humana - amigos, comunidades, pueblos y ciudades, las escuelas, las empresas y los sindicatos, las provincias, naciones-.
Desde esta perspectiva, por tanto, el desarrollo económico local parece ser la respuesta más adecuada a los retos que plantea una economía globalizada y a menudo cruel en sus resultados. El Tercer Foro atina en presentar y discutir las prácticas y estrategias relacionadas con los procesos locales para el desarrollo de todo el mundo, en  el enfoque en el potencial de este tipo de prácticas y estrategias, como medidas esenciales para todos los niveles, incluyendo regional, nacional e internacional. Tal como presenté en la ONU el indicador más simple y adecuado del cumplimiento de la nueva Agenda para el desarrollo serán el acceso efectivo, práctico y de fácil comprensión para todos, a los bienes espirituales y materiales indispensables: ser dueño de su propia casa, el trabajo decente y debidamente remunerado, alimentos y agua potable adecuada, la libertad religiosa y, más en general, la libertad de espíritu y la educación. Añado ahora que la única manera de conseguir verdadera y permanentemente estos objetivos es trabajar a nivel local. En mis reuniones con los movimientos populares y las cooperativas se desarrollaron estas ideas, que se pueden resumir en dos axiomas: el "lo pequeño es hermoso", "lo pequeño es eficaz."
Las crisis recurrentes en el mundo han demostrado que las decisiones económicas que, en general, buscan promover el progreso de todos a través de la generación de nuevo consumo y del aumento del beneficio, son insostenibles para la marcha de la economía global. También hay que añadir que son intrínsecamente inmorales, ya que dejan al margen todas las preguntas relativas a lo que es justo y lo que es realmente necesario para el bien común. Los debates políticos y económicos,  públicos  y privados deberían, en cambio, preguntarse cómo integrar criterios éticos en los sistemas de toma de decisiones. El énfasis fundamental recaerá a nivel local, y así confío que el Foro de Desarrollo Local, profundice en valores éticos y en crear economías y empresas verdaderamente libres: libres de ideologías, libres de la manipulación política, y sobre todo libres de la ley del beneficio a cualquier precio y del crecimiento permanente de la empresa, pasando a estar verdaderamente al servicio de todos los excluidos y reintegrándose se en la sociedad.
El pensamiento social cristiano italiano, con figuras como Giuseppe Toniolo, Don Sturzo y otros, que han seguido las líneas trazadas por el Papa León XIII en la encíclica Rerum Novarum, ha ofrecido un análisis económico, que partiendo precisamente de lo local y territorial, ha propuesto opciones y directrices para la economía mundial. Incluso gran parte del pensamiento social secular, partiendo de premisas diferentes, llegó a propuestas similares. Esta visión de una economía que va de lo local a lo global ha sido desarrollado en otros países por muchos estudiosos. Permítanme recordarles a Ernst Friedrich Schumacher y su famosa obra Lo pequeño es hermoso.
Sr. Alcalde, espero que estas breves reflexiones pueden resultar una contribución útil a la de las futuras actividades del Foro de debate a fin de fortalecer el desarrollo local y sobre todo para inspirar la reforma de grandes modelos globales. Por lo tanto, reitero mi deseo del éxito de su reunión, mientras invoco la bendición de Dios sobre usted, otras autoridades y los participantes en el Foro, así como en sus familias y actividades.
Desde el Vaticano, 10 de octubre 2015
FRANCESCO



viernes, 9 de octubre de 2015

El Papa para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2016


El 1 de octubre nos dejó este mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2016. 

En él describe con detalle las penurias de la migración: las del lugar de origen, las del camino hacia una esperada vida mejor y las del lugar de destino.

Y en todas ellas, nos explica acciones en las que podemos trabajar para hacer presente "al que nos envía". No se olvida, Francisco, de los conflictos que necesariamente surgen entre los diferentes. Pero también en el conflicto nos pide una voz de misericordia. 

Os invitamos a leer el texto completo y le pedimos al Señor que hagamos de sus palabras, oración y de nuestra vida, su intervención en la realidad de los que están sufriendo:

Te pedimos, Señor:

- Que pongas nuestra mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre.

- Que no nos deje de interpelar las conciencias la realidad de los migrantes, impide que nos habituemos al sufrimiento del otro y que el silencio y la indiferencia nos conviertan en cómplices de realidades tan injustas y necesarias de tu luz. 

- Que nos abanderemos en defensores y promotores de la fe, la esperanza y la caridad, haciéndolas presentes con obras.

-Que pongamos la vista en un objetivo final: la construcción de un mundo más justo y solidario y trabajemos para ello sin descanso y sin excusas.

- Que vivamos  el asombro y la alegría de la fiesta del encuentro, del intercambio y de la solidaridad, qué cuidemos las buenas relaciones personales y la capacidad de superar prejuicios y miedos para cultivar la cultura del encuentro, donde estemos dispuestos no sólo a dar, sino también a recibir de los otros. 

- Que no nos dejes caer en la tentación del silencio, la indiferencia, la discriminación, el racismo, el nacionalismo extremo o la xenofobia.

- Que seamos de los que dedican energía, tiempo y recursos al cuidado, tanto pastoral como social, de los migrantes y de los que les acogen.

- Que no te olvides de nosotros e inspíranos  itinerarios que renueven y transformen a toda la humanidad.

Te lo pedimos,Señor.



Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2016

Emigrantes y refugiados nos interpelan. La respuesta del Evangelio de la misericordia
Queridos hermanos y hermanas
En la bula de convocación al Jubileo Extraordinario de la Misericordia recordé que «hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre» (Misericordiae vultus, 3). En efecto, el amor de Dios tiende alcanzar a todos y a cada uno, transformando a aquellos que acojan el abrazo del Padre entre otros brazos que se abren y se estrechan para que quien sea sepa que es amado como hijo y se sienta «en casa» en la única familia humana. De este modo, la premura paterna de Dios es solícita para con todos, como lo hace el pastor con su rebaño, y es particularmente sensible a las necesidades de la oveja herida, cansada o enferma. Jesucristo nos habló así del Padre, para decirnos que él se inclina sobre el hombre llagado por la miseria física o moral y, cuanto más se agravan sus condiciones, tanto más se manifiesta la eficacia de la misericordia divina.
En nuestra época, los flujos migratorios están en continuo aumento en todas las áreas del planeta: refugiados y personas que escapan de su propia patria interpelan a cada uno y a las colectividades, desafiando el modo tradicional de vivir y, a veces, trastornando el horizonte cultural y social con el cual se confrontan. Cada vez con mayor frecuencia, las víctimas de la violencia y de la pobreza, abandonando sus tierras de origen, sufren el ultraje de los traficantes de personas humanas en el viaje hacia el sueño de un futuro mejor. Si después sobreviven a los abusos y a las adversidades, deben hacer cuentas con realidades donde se anidan sospechas y temores. Además, no es raro que se encuentren con falta de normas claras y que se puedan poner en práctica, que regulen la acogida y prevean vías de integración a corto y largo plazo, con atención a los derechos y a los deberes de todos. Más que en tiempos pasados, hoy el Evangelio de la misericordia interpela las conciencias, impide que se habitúen al sufrimiento del otro e indica caminos de respuesta que se fundan en las virtudes teologales de la fe, de la esperanza y de la caridad, desplegándose en las obras de misericordia espirituales y corporales.
Sobre la base de esta constatación, he querido que la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado de 2016 sea dedicada al tema: «Emigrantes y refugiados nos interpelan. La respuesta del Evangelio de la misericordia». Los flujos migratorios son una realidad estructural y la primera cuestión que se impone esla superación de la fase de emergencia para dar espacio a programas que consideren las causas de las migraciones, de los cambios que se producen y de las consecuencias que imprimen rostros nuevos a las sociedades y a los pueblos. Todos los días, sin embargo, las historias dramáticas de millones de hombres y mujeres interpelan a la Comunidad internacional, ante la aparición de inaceptables crisis humanitarias en muchas zonas del mundo. La indiferencia y el silencio abren el camino a la complicidad cuanto vemos como espectadores a los muertos por sofocamiento, penurias, violencias y naufragios. Sea de grandes o pequeñas dimensiones, siempre son tragedias cuando se pierde aunque sea sólo una vida.
Los emigrantes son nuestros hermanos y hermanas que buscan una vida mejor lejos de la pobreza, del hambre, de la explotación y de la injusta distribución de los recursos del planeta, que deberían ser divididos ecuamente entre todos. ¿No es tal vez el deseo de cada uno de ellos el de mejorar las propias condiciones de vida y el de obtener un honesto y legítimo bienestar para compartir con las personas que aman?
En este momento de la historia de la humanidad, fuertemente marcado por las migraciones, la identidad no es una cuestión de importancia secundaria. Quien emigra, de hecho, es obligado a modificar algunos aspectos que definen a la propia persona e, incluso en contra de su voluntad, obliga al cambio también a quien lo acoge. ¿Cómo vivir estos cambios de manera que no se conviertan en obstáculos para el auténtico desarrollo, sino que sean oportunidades para un auténtico crecimiento humano, social y espiritual, respetando y promoviendo los valores que hacen al hombre cada vez más hombre en la justa relación con Dios, con los otros y con la creación?
En efecto, la presencia de los emigrantes y de los refugiados interpela seriamente a las diversas sociedades que los acogen. Estas deben afrontar los nuevos hechos, que pueden verse como imprevistos si no son adecuadamente motivados, administrados y regulados. ¿Cómo hacer de modo que la integración sea una experiencia enriquecedora para ambos, que abra caminos positivos a las comunidades y prevenga el riesgo de la discriminación, del racismo, del nacionalismo extremo o de la xenofobia?
La revelación bíblica anima a la acogida del extranjero, motivándola con la certeza de que haciendo eso se abren las puertas a Dios, y en el rostro del otro se manifiestan los rasgos de Jesucristo. Muchas instituciones, asociaciones, movimientos, grupos comprometidos, organismos diocesanos, nacionales e internacionales viven el asombro y la alegría de la fiesta del encuentro, del intercambio y de la solidaridad. Ellos han reconocido la voz de Jesucristo: «Mira, que estoy a la puerta y llamo» (Ap 3,20). Y, sin embargo, no cesan de multiplicarse los debates sobre las condiciones y los límites que se han de poner a la acogida, no sólo en las políticas de los Estados, sino también en algunas comunidades parroquiales que ven amenazada la tranquilidad tradicional.
Ante estas cuestiones, ¿cómo puede actuar la Iglesia si no inspirándose en el ejemplo y en las palabras de Jesucristo? La respuesta del Evangelio es la misericordia.
En primer lugar, ésta es don de Dios Padre revelado en el Hijo: la misericordia recibida de Dios, en efecto, suscita sentimientos de alegre gratitud por la esperanza que nos ha abierto al misterio de la redención en la sangre de Cristo. Alimenta y robustece, además, la solidaridad hacia el prójimo como exigencia de respuesta al amor gratuito de Dios, «que fue derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo» (Rm 5,5). Así mismo, cada uno de nosotros es responsable de su prójimo: somos custodios de nuestros hermanos y hermanas, donde quiera que vivan. El cuidar las buenas relaciones personales y la capacidad de superar prejuicios y miedos son ingredientes esenciales para cultivar la cultura del encuentro, donde se está dispuesto no sólo a dar, sino también a recibir de los otros. La hospitalidad, de hecho, vive del dar y del recibir.
En esta perspectiva, es importante mirar a los emigrantes no solamente en función de su condición de regularidad o de irregularidad, sino sobre todo como personas que, tuteladas en su dignidad, pueden contribuir al bienestar y al progreso de todos, de modo particular cuando asumen responsablemente los deberes en relación con quien los acoge, respetando con reconocimiento el patrimonio material y espiritual del país que los hospeda, obedeciendo sus leyes y contribuyendo a sus costes. A pesar de todo, no se pueden reducir las migraciones a su dimensión política y normativa, a las implicaciones económicas y a la mera presencia de culturas diferentes en el mismo territorio. Estos aspectos son complementarios a la defensa y a la promoción de la persona humana, a la cultura del encuentro entre pueblos y de la unidad, donde el Evangelio de la misericordia inspira y anima itinerarios que renuevan y transforman a toda la humanidad.
La Iglesia apoya a todos los que se esfuerzan por defender los derechos de todos a vivir con dignidad, sobre todo ejerciendo el derecho a no tener que emigrar para contribuir al desarrollo del país de origen. Este proceso debería incluir, en su primer nivel, la necesidad de ayudar a los países del cual salen los emigrantes y los prófugos. Así se confirma que la solidaridad, la cooperación, la interdependencia internacional y la ecua distribución de los bienes de la tierra son elementos fundamentales para actuar en profundidad y de manera incisiva sobre todo en las áreas de donde parten los flujos migratorios, de tal manera que cesen las necesidades que inducen a las personas, de forma individual o colectiva, a abandonar el propio ambiente natural y cultural. En todo caso, es necesario evitar, posiblemente ya en su origen, la huida de los prófugos y los éxodos provocados por la pobreza, por la violencia y por la persecución.
Sobre esto es indispensable que la opinión pública sea informada de forma correcta, incluso para prevenir miedos injustificados y especulaciones a costa de los migrantes.
Nadie puede fingir de no sentirse interpelado por las nuevas formas de esclavitud gestionada por organizaciones criminales que venden y compran a hombres, mujeres y niños como trabajadores en la construcción, en la agricultura, en la pesca y en otros ámbitos del mercado. Cuántos menores son aún hoy obligados a alistarse en las milicias que los transforman en niños soldados. Cuántas personas son víctimas del tráfico de órganos, de la mendicidad forzada y de la explotación sexual. Los prófugos de nuestro tiempo escapan de estos crímenes aberrantes, que interpelan a la Iglesia y a la comunidad humana, de manera que ellos puedan ver en las manos abiertas de quien los acoge el rostro del Señor «Padre misericordioso y Dios te toda consolación» (2 Co 1,3).
Queridos hermanos y hermanas emigrantes y refugiados. En la raíz del Evangelio de la misericordia el encuentro y la acogida del otro se entrecruzan con el encuentro y la acogida de Dios: Acoger al otro es acoger a Dios en persona. No se dejen robar la esperanza y la alegría de vivir que brotan de la experiencia de la misericordia de Dios, que se manifiesta en las personas que encuentran a lo largo de su camino. Los encomiendo a la Virgen María, Madre de los emigrantes y de los refugiados, y a san José, que vivieron la amargura de la emigración a Egipto. Encomiendo también a su intercesión a quienes dedican energía, tiempo y recursos al cuidado, tanto pastoral como social, de las migraciones. Sobre todo, les imparto de corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 12 de septiembre de 2015,
memoria del Santo Nombre de María
FRANCISCUS PP.


Empieza el Sínodo de las Familias



Hoy os recordamos que el pasado día 4 empezó el Sínodo de la Familia, que durará hasta el 25 de octubre. Como sabéis, este sínodo tuvo una primera parte que se celebró el año pasado. Si tenéis interés en conocer los documentos que resultaron de dichas sesiones así como otras consideraciones, os invitamos a visitar la siguiente página web: http://www.acogerycompartir.org/Archivo/2014/1005Sinodo/index.html

Y para abrir el Sínodo, el pasado día 4 de octubre, el Papa dejaba una bonita homilía sobre la familia. Concretamente se centra en tres aspectos: el drama de la soledad, el amor entre el hombre y la mujer, y la familia.Podéis leerla completa aquí: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2015/documents/papa-francesco_20151004_omelia-apertura-sinodo-vescovi.html

Pero os dejamos algunas de sus reflexiones, esperando que os hablen de Él, de nosotros mismos e incluso de muchas caras cercanas. Ojalá dejemos espacio para amar de verdad y para dejarnos amar por los otros, sin frustrarles en el intento:

"La soledad
Adán, (.../...) vivía en el Paraíso,  (.../...) ejerciendo un dominio que demuestra su indiscutible e incomparable superioridad, pero aun así se sentía solo, porque «no encontraba ninguno como él que lo ayudase» (Gn 2,20) y experimentaba la soledad.

La soledad, el drama que aún aflige a muchos hombres y mujeres. Pienso en los ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; en los viudos y viudas; en tantos hombres y mujeres dejados por su propia esposa y por su propio marido; en tantas personas que de hecho se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas; en los emigrantes y los refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y en tantos jóvenes víctimas de la cultura del consumo, del usar y tirar, y de la cultura del descarte.

Hoy se vive la paradoja de un mundo globalizado en el que vemos tantas casas de lujo y edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia; muchos proyectos ambiciosos, pero poco tiempo para vivir lo que se ha logrado; tantos medios sofisticados de diversión, pero cada vez más un profundo vacío en el corazón; muchos placeres, pero poco amor; tanta libertad, pero poca autonomía… Son cada vez más las personas que se sienten solas, y las que se encierran en el egoísmo, en la melancolía, en la violencia destructiva y en la esclavitud del placer y del dios dinero.

Hoy vivimos en cierto sentido la misma experiencia de Adán: tanto poder acompañado de tanta soledad y vulnerabilidad; y la familia es su imagen. Cada vez menos seriedad en llevar adelante una relación sólida y fecunda de amor: en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en las buena y en la mala suerte. El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social.

El amor entre el hombre y la mujer

Leemos en la primera lectura que el corazón de Dios se entristeció al ver la soledad de Adán (.../...). Estas palabras muestran que nada hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje a él, que le corresponda, que lo ame y que acabe con la soledad y el sentirse solo. Muestran también que Dios no ha creado al ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino para la felicidad(.../...).

La familia

«Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mc 10,9). Es una exhortación a los creyentes a superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado autentico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios. (.../...)

Paradójicamente también el hombre de hoy –que con frecuencia ridiculiza este plan– permanece atraído y fascinado por todo amor auténtico, por todo amor sólido, por todo amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo. Lo vemos ir tras los amores temporales, pero sueña el amor autentico; corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega total.

En efecto «ahora que hemos probado plenamente las promesas de la libertad ilimitada, empezamos a entender de nuevo la expresión “la tristeza de este mundo”. Los placeres prohibidos perdieron su atractivo cuando han dejado de ser prohibidos. Aunque tiendan a lo extremo y se renueven al infinito, resultan insípidos porque son cosas finitas, y nosotros, en cambio, tenemos sed de infinito» (Joseph Ratzinger, Auf Christus schauen. Einübung in Glaube, Hoffnung, Liebe, Freiburg 1989, p. 73).(.../...).

Con este espíritu, le pedimos al Señor que nos acompañe en el Sínodo y que guíe a su Iglesia a través de la intercesión de la Santísima Virgen María y de San José, su castísimo esposo."