Navegando llega a mis manos una anecdota de la madre Teresa de Calcuta en un congreso en el que participaba.
En estos nuevos tiempos, pidamos que el Espíritu sople también entre las MCI
Con un amor grande a la Iglesia
Y un generoso celo apostólico
Concédenos, por su intercesión
Que amando y siguiendo a Cristo
Trabajemos con generosidad
En la extensión de su Reino
Por Nuestro Señor Jesucristo Amen.
COMUNICACIÓN INICIO CAPÍTULO GENERAL
Para cambiar… conocer y amar
abril 26, 2013 por Fer Mosteiro
.
Hace meses tuve la oportunidad de escuchar a Brian Bacon, Fundador de la Oxford Leadership Academy, en
un seminario mano a mano con el profesor del IESE Luis Huete. Al
concluir la jornada, Brian Bacon contó la siguiente historia:
Hace unos años, participé en un congreso en San Francisco. Yo era un conferenciante de segunda en un gran evento en el que hablaban personajes gigantes como Peter Drucker, Peter Senge o Michael Hammer: el Who’s Who del liderazgo y del cambio en las organizaciones. De hecho, yo estaba más bien en la categoría Who’s He?…
La
conferencia se celebraba en torno al 50 aniversario de las Naciones
Unidas. Durante dos días, los conferenciantes habían hecho un despliegue
de sabiduría científica sobre cómo liderar organizaciones. Se habló
desde la reingeniería de los recursos humanos hasta el cambio de las
estructuras, pasando por las mejores claves de liderazgo. Los asistentes
habían pagado 5.000 dólares por pasar dos días allí, escuchando a
grandes figuras.
Al
final de estos congresos, los organizadores suelen distribuir un
cuestionario para evaluar a los conferenciantes y el impacto de sus
mensajes. Para sorpresa de todos, la Madre Teresa de Calcuta —a quien
lograron convencer para que participase en el evento— quedó la primera
en el ranking, y lejos del segundo. Curiosamente, ella no formaba parte
del panel de conferenciantes, sino que había sido invitada a dar un
pequeño mensaje al final. De hecho, no habló más de treinta segundos.
Subió al estrado, se quedó un momento en silencio y, con una voz muy
suave, dijo:
—Así que
queréis cambiar a la gente. Pero ¿conocéis a vuestra gente? ¿Y les
queréis? Porque si no conocéis a las personas, no habrá comprensión, y
si no hay comprensión, no habrá confianza, y si no hay confianza, no
habrá cambio.
» ¿Y queréis
a vuestra gente? Porque si no hay amor en lo que hacéis, no habrá
pasión, y si no hay pasión, no estaréis preparados para asumir riesgos, y
si no estáis preparados para asumir riesgos, nada cambiará.
» Así que, si queréis que vuestra gente cambie, pensad: ¿conozco a mi gente?, ¿y quiero a mi gente?
El mensaje
de la madre Teresa había quedado suspendido en el auditorio y se notaba
que había golpeado. Tan fuerte como cuando alguien escucha la verdad.
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